"No empezaré diciendo "Te lo dije", pero te lo dije. Cuando sonó el teléfono y eras tú la que estaba al otro lado ya supe por qué llamabas. No hizo falta que explicases nada, estaba claro. "Dice que ya no le gusto, que no es el momento. Me asegura que no es por mí, que es por él". Pero no, el motivo es que no le importas. Nunca lo has hecho, no te engañes. Suena duro, pero ya es hora de que despiertes, mejor, de que el mundo despierte. ¿Recuerdas aquel primer sobresaliente que sacaste en el colegio, con sudor y lágrimas, y por el cual tu madre te recompensó con una enorme bolsa de caramelos? Cuánto te costó, cuánto tiempo le dedicaste a ese maldito examen de matemáticas y qué feliz fuiste al ver el diez en el borde superior derecho de la hoja. Con tinta roja, ¡cómo olvidarlo! Pues bien, lo recuerdas y lo valoras en su totalidad porque te esforzaste, porque lo quisiste con ganas. Sabías que merecería la pena, aunque solo fuese por el premio que te esperaba al llegar a casa. Lo que ocurre es que ya no deseamos nada tanto como para sudar la camiseta por ello. Nos hemos vuelto conformistas, y tú querida amiga, también.
Los hombres, por algún motivo y en algún momento de la historia inidentificable, determinaron que las mujeres éramos una especie de objetos sin valor capaces de dejarse conquistar sin tan siquiera un mínimo esfuerzo. El problema va un poco más allá ya que hemos sido nosotras las que lo hemos permitido. Prometo que hubo un tiempo,-y no hace tanto como creemos-, en el que un hombre te invitaba a un café simplemente para escucharte, conocerte. Te miraba, no, miento, te admiraba. Abrirte la puerta y encenderte un cigarro era más que suficiente. Se dejaba enamorar por todo lo que decías, y cuando le preguntaban "¿Cómo es ella?" le faltaba tiempo para describirte. Ahora raro es el que utiliza más de tres adjetivos (empleando siempre el "está buena", como si hablasen de la carne asada que prepara su abuela). Pero claro, nos lo hemos ganado a pulso, lo tenemos merecido por desvalorizarnos dándole más importancia a llevar la falda corta que a nuestra propia dignidad.
Lo que me resulta más paradójico es que las mujeres contemporáneas se rebelaron a las sumisas del pasado con el deseo de cambiar el mundo. Lucharon por el voto, el acceso a la universidad y el reconocimiento en nuestro trabajo. La cuestión es que hemos querido ser tan iguales que se nos ha olvidado que no lo somos. Hemos matado a nuestra feminidad, cualidad distintiva e inquebrantable, y hemos pecado de cobardes. Una vez más nos ha faltado carácter. Lo justificaremos diciendo que no hay nada que podamos hacer, que somos hijas de nuestro tiempo, pero si ese es el argumento que vais a utilizar, yo me independizo."
No hay comentarios:
Publicar un comentario