miércoles, 28 de diciembre de 2011
He cambiado tanto en todo este tiempo que duele hasta reconocerlo. Es una sensación de vacío que me come por dentro, es tener demasiada gente alrededor y ahogarte en tu soledad. Es estar en silencio mientras todos hablan, es derramar lágrimas cuando piensas que ya no te quedaba ninguna. Es morir en cada minuto, sufrir en silencio, y a veces, gritar de dolor. Encerrarte en tus pensamientos para no molestar a nadie. Y no hacer nada de ruido, no vaya a ser que se enfaden. Me escondo entre grietas y procuro no salir, para que nadie me encuentre. Pero a veces, mis llantos me delatan y la gente viene a ver qué pasa, aunque realmente no darían una mierda por intentar arreglarme. Estoy rota y no tengo reparación, soy como ese muñeco defectuoso que acaba en un contenedor porque nadie lo quiere. Soy la comida que menos te gusta y ese programa con el que siempre cambias de canal cuando lo echan. La canción que borras de la blackberry o simplemente te la saltas cuando sale en aleatorio. Soy un montón de sueños rotos, desesperanzas y fracasos. No valgo nada, ni nunca lo valdré, pero vivo con ello porque es lo que me ha tocado. Vivo callada y sin remedio. Vivo esperando a que alguien me intente arreglar, aunque realmente tengo asimilado que nunca tendré reparo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
J.D. Salinger
Tiene gracia. No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario