Al final da igual cuánto dinero tengas, cuántos zapatos te compres, a cuántas cenas en restaurantes te inviten,
o cuántos cubatas te tomes el sábado noche. Llegan las 11 de la noche, y es entonces cuando te das cuenta de lo que realmente merece la pena. Risas que nunca se acaban, cafés que duran horas, ese viaje tan esperado,
fiesta tras fiesta, pasar el día en la playa, helados en una noche de verano y esa brisa de media tarde que es especial.
No hay nada mejor que el verano
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